5/01/2019

La Cruz y la Espada.


Carlos Martel
A mediados del siglo VIII, el Papado necesitaba una espada que defendiera a la Iglesia, y la halló en los descendientes de Carlos Martel. Su figura, que fue exaltada como el salvador ungido por Cristo en obras como la Historia langobardorum de Pablo el Diacono, era el apoyo perfecto para sustituir la vieja idea de Romanitas, el mundo que Roma modeló, por el nuevo concepto de Christianitas a cuyo frente estaba el pontífice romano. En el año 751 se escenificó este cambio en las formas del poder: el hijo de Carlos, Pipino el Breve, por aquel entonces mayordomo de palacio de Neustria y Austrasia, consultó con el papa Zacarías sobre el destino del reino merovingio. ¿Estaba bien visto por Roma que el hijo del vencedor en Poitiers orquestara un golpe de Estado contra el rey Childerico y asumiera la corona? La respuesta del vicario de Roma, << se llega a rey gobernando >>, era todo lo que necesitaba Pipino para deponer al último monarca merovingio. Religión y política caminaban de la mano, la cruz sostenida por la espada, como quedo patente una generación más tarde cuando, en el año 800, el papa León III coronó al hijo de Pipino, Carlomagno, celebrado como soberano del Imperio romano de Occidente, restaurado para la ocasión

Pipino el Breve

Carlomagno