3/20/2018

4-MEDICINA.

 "LO PRIMERO ES NO HACER DAÑO ", DIJO HIPÓCRATES. TAMPOCO LES HIZO MUCHO BIEN A SUS PACIENTES, PERO SENTARÍA LAS BASES DE LA MEDICINA MODERNA.

                                                         Asclepio, dios de la Medicina

La contribución de los griegos a la ciencia médica es enorme. Aunque los mejores doctores de Grecia no fueran capaces de curar muchas enfermedades, sus valores y métodos fueron cruciales para el desarrolllo posterior de la medicina. Aunque los diagnósticos sobrenaturales y las curas mágicas siguieron haciéndose durante el siglo IV y V a.C., la medicina racional de Hipócrates supuso un gran paso adelante para la ciencia. Los nuevos galenos aseguraban que las enfermedades se debían a causas naturales, que provenían del cuerpo humano y de su entorno físico, y no a maldiciones de dioses o hechiceros. Desarrollaron un método de observación directa de enfermedades, identificándolas y catalogando sus síntomas.
     Hipócrates insistió en el generoso deber de cuidar a los pacientes. Sus principios y métodos siguen practicándose en la medicina moderna.



                                                                 HIPÓCRATES

Creía que la mayoría de las enfermedades se debían a una pérdida del equilibrio natural del cuerpo y que la función de los médicos era recuperar ese equilibrio. Por desgracia, sus conocimientos sobre fisiología eran erróneos. Hipócrates creía que era un equilibrio entre cuatro humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra.

Sangrías y purgas
   Si los humores estaban desequilibrados al paciente se le sometía a sangrías y purgas a base de laxantes o vomitivos.
Dieta y ejercicio
   Recomendaba el ejercicio regular, los baños en el mar y evitar la sobrealimentación.
Descanso y reposo
   Había que dejar en paz a los pacientes, que tenían que descansar para conservar y recuperar su fortaleza.

Alemania bajo el régimen nazi.Ley y orden.

EL ESTADO NAZI SE APROPIÓ DEL SISTEMA JURÍDICO Y A PRINCIPIOS DE LOS AÑOS 30 EMPEZÓ A DECIDIR QUE ERA ILEGAL.

El 1 de abril de 1933, tan solo unos días después de que la ley Habilitante le confiriera a Hitler el control supremo, fuerzas de las SS se reúnen en Annaberg, un pequeño distrito de Sajonia. Ahí se colocaron fuera de las tiendas y, cada vez que un cliente salía, le daban una paliza y con un sello de goma le estampaban en la frente la frase:<>, que representó el principio de una campaña cada vez más hostil que culminaría con el horror del holocausto y de la <>.

En realidad, los nazis habían utilizado esporádicos pero intensos brotes de violencia durante su ascenso al poder, pero tras la ley Habilitante, esta agresión se volvió más cruel y más organizada, con las SS y la Gestapo como los ejecutores de la voluntad del estado.




Las SS se formaron en 1926 como cuerpo de seguridad personal de Hitler, y una vez que este subió al poder se convirtieron en su más fiel ejecutor de la represión política.
A los miembros de los escalafones más bajos del Partido Nazi se les pedía que espiaran a sus vecinos, a la busca de cualquier signo de rebeldía que pudiera ser pasado a la Gestapo para que realizara una investigación. En 1936 ambos cuerpos pasaron a ser controlados por Heinrich Himmler. Cualquier ideología antinazi era considerada una amenaza al estado.




  A pesar de las represivas políticas promovidas por el nuevo estado policial, el uso cuidadoso de la propaganda nazi, unido a la mejora de las condiciones económica, hizo que la gente aceptase la situación, incluso si tenían que sufrir la paranoia inducida por leyes que prohibían las críticas al gobierno. Las políticas enseguida se centraron en la purificación de la raza. Eso conllevó el expulsar a los no arios y a eliminar a los que consideraban "asociales": los "holgazanes", ladrones y delincuentes, homosexuales y los que sufrían de enfermedades mentales.
El estado aprobó un programa de esterilización, pues creían que muchas de esas "taras" eran hereditarias.

                                                                     Los Indeseables.

·Judíos
  Los judíos sufrieron la persecución desde el primer momento, aunque la violencia cada vez fue más extrema, hasta que se llegó a lo que los nazis denominaron <>, una política aprobada en 1942 para librar al imperio alemán de la "amenaza judía" de una vez por todas.



·Gitanos
  En 1936, Himmler fundó la Oficina Central para la Lucha contra los Gitanos, cuyo único objetivo era perseguir a los gitanos para aplicarles la ley para la Prevención de Progenie con Enfermedades hereditarias y la ley contra Delincuentes habituales peligrosos. Muchos gitanos fueron esterilizados.


 ·Discapacitados
   No solo había que evitar que se reprodujeran los no arios, sino también cualquiera que sufriera cualquier tipo de minusvalía física o mental. Hitler no solo fomentó la esterilización, sino también la eutanasia de los discapacitados, una práctica que se hizo cada vez más frecuente al avanzar la guerra.




·Homosexuales
   La homosexualidad era ilegal en muchos países de Europa. A los nazis les parecía una abominación. Himmler y Hitler justificaron su ataque la noche de los cuchillos largos a los líderes de las SA, una organización paramilitar nazi, alegando que la homosexualidad campaba a sus anchas en la organización.





El enigmático Rasputín.

Aunque no estuvo involucrado con la revolución, este curioso personaje sí mantuvo una inquietante cercanía con la dinastía Románov en vísperas del levantamiento, lo que fue causa de un terrible escándalo que perjudicó seriamente la percepción que el pueblo tenía del zae y su familia.


Grigori Yefímovich Rasputín nació en la apartada Siberia en el seno de una familia campesina y no conoció otra vida hasta que, en su adolescencia, sintió una llamada mistíca que lo convenció de que debía echarse al mundo a predicar sus enseñanzas, camino por el que llegó a militar en una controvertida secta conocida como los flagelantes, convencidos de que el dolor llevaba a la verdad y de que sus reuniones debían tener un fuerte contenido sexual que las aproximaba a auténticas orgías.


Asi logró cierta fama, tanto por sus supuestos poderes curativos como por su licenciosa conducta. En 1905, sus andanzas lo llevaron hasta Petrogrado y allí, gracias a rocambolescas coincidencias, terminó por acceder al ambiente de la corte y causar una honda impresión en el círculo íntimo de la emperatriz.



Rasputín pasó a ser el personaje con más ascendiente dentro del séquito de la zarina porque hizo creer que podía aliviar el sufrimiento de su hijo, Alexis (heredero del trono de Rusia) que padecía hemofilia. Inexplicablemente, a partir de 1911, Rasputín designó a muchos altos funcionarios del Gobierno, la mayoría de los cuales resultaron poco competentes.

Una vez comenzada la Primera Guerra Mundial, cuando el zar Nicolás II se dirigió al frente de batalla para asumir el mando del ejercito, Rasputín pasó a controlar el Gobierno. Sus famosas orgías escandalizaron a la opinión pública rusa y circularon rumores de que conspiraba en favor de Alemania. Se le conocía por el sobrenombre del Monje Loco y su comportamiento comenzó a suscitar odios. Finalmente, fue asesinado de manera rocambolesca a finales de 1916.




Fue envenenado con vino y pasteles cargados de cianuro, pero cuando parecieron no hacerle efecto, le dispararon. Aunque, supuestamente, sobrevivió y hubo de recibir dos nuevos disparos que tampoco surtieron el efecto deseado. Después de esto, lo golpearon, después lo acuchillaron y lo arrojaron envuelto en cadenas al río. Y, por lo que se a descubierto recientemente, es posible que la causa de su muerte fuera por ahogamiento. Además, curiosamente, hay teorías que sostienen que fue el servicio secreto británico el que se encargó de planear su ejecución.



Se le considera uno de los responsables del descontento que terminó por provocar el estallido de la Revolución Rusa un año después y la consiguiente caída de la monarquía.
Después de la Revolución de Febrero fue desenterrado, icinerado y sus cenizas esparcidas.
                                                                                                                      Francisco Narla.