7/04/2018

Rodrigo y "La Cava".


 Los visigodos eran un pueblo germánico que al establecerse en España se adjudicó dos tercios de las tierras y la mitad de las casas, con lo que no les fue del todo mal pese a ser inmigrantes. Cuando llegaron, la población hispano-romana de la península estaba bastante más avanzada culturalmente de lo que ellos hubieran supuesto. En las provincias en las que la romanización había sido intensa, respetaron la manera de organizarse que tenían los lugareños, sus usos y costumbres y su religión

Por aquellos tiempos, lo que hoy es España era una tierra que veía llegar por un lado a los visigodos y por otro a los árabes, todos ellos dispuestos a quedarse. También existía una numerosa población de judíos, que bajo el reinado de Sisebuto  (  rey de los visigodos, primavera de 612 – febrero de  621) tuvo que elegir entre largarse o recibir el bautismo. En el levante abundaban los griegos, sirios y gentes que procedían del Norte africano, dedicados al comercio. Los hispanos-romanos, que eran católicos, no se entendían demasiado bien con los germanos, que eran arrianos, y los matrimonios entre ellos no solo estaban mal vistos, sino prohibidos por la ley.
  En este escenario, más bien complicado, tiene lugar una relación con visos de leyenda, que ha pasado a la historia sin que sepamos muy bien cual es la verdad del asunto. La intriga  está protagonizada por Rodrigo (o Roderico) el último rey godo de España, y Florinda "La Cava", un apodo despectivo que significa prostituta, pues así fue como los historiadores árabes denominaron a la joven que desencadenó una batalla que cambiaría el curso de la historia 

La Cava, llamada así por los árabes, había salido con sus doncellas por los jardines de su residencia cuando decidió darse un baño sin percatarse de que Don Rodrigo la contemplaba. La visión de la bella joven «abrasóle» al monarca que, obsesionado acabaría por forzarla. «Florinda perdió su flor, el rey padeció castigo», señala el Romancero Español que achaca a este ultraje el posterior desastre en la batalla de Guadalete y el fin del reino visigodo: «De la pérdida de España / fue aquí funesto principio».
«La Cava», acabó contándole a su padre por carta su agravio o este se enteró por boca de otros, según quién lo cuente. Furioso, Don Julián, facilitó la entrada en la península de las tropas de Táriq ibn Ziyad, el general musulmán de Muza que en el verano de 711 venció a las huestes de Don Rodrigo en la batalla del río Guadalete.
De Don Rodrigo se ignora su suerte tras la contienda. Unos dicen que murió a manos de Táriq, otros que se ahogó en el Guadalete, pero nunca se encontró su cuerpo, lo que dio pie a más leyendas. Hay quien asegura que huyó a la actual Portugal, donde se convirtió en ermitaño, y que yace en Viseo. Una lápida supuestamente hallada en el lugar nombra a «Rudericus ultimus rex gothorum», según se recogió en la Primera Crónica de Alfonso X. El final más legendario lo recogen el romancero que cuenta que acabó sus días sepultado vivo con una culebra que le torturaba y le devoró el corazón.  
A Don Julián la mayoría de los relatos lo citan muerto a manos de los musulmanes, que desconfiaban de un traidor, pero ¿qué fue de Florinda? Una leyenda dice que murió «loca de dolor y de vergüenza» en el torreón de Toledo, o ahogada junto a él en el Tajo, en el mismo paraje donde Don Rodrigo la viera desnuda.
 
                                                                              El sustrato histórico

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