2/18/2018

Ramon Llull: caballero, filósofo y misionero.

La vida de Llull, llena de peripecias que superan la novela más imaginativa, conecta con debates muy actuales, como son el diálogo entre religiones, la paz universal y la reforma de las instituciones corrompidas.

Llull nació en el seno de una familia de rango considerable en Barcelona. Su padre y su tío participaron en la conquista de la isla  de Mallorca que llevó a cabo Jaime I entre 1229 y 1231, lo que les reportó gloria militar y feudos de apreciable tamaño. El joven caballero formaba parte, pues, de la pequeña élite de conquistadores que dominaba la isla y que podía vivir de rentas. En su juventud se casó con una rica doncella de la nobleza, Blanca Picany, de la que tuvo dos hijos, Domingo y Magdalena. Pudo llegar a <<senescal de la mesa del rey>> o alguna alta función similar en la pequeña corte del infante Jaime, hijo de Jaime I que, a la muerte de éste, en 1276, se convertiría en rey de Mallorca(1276-1311). En la capital de la isla, Llull llevaba la vida típica de un caballero, escribiendo piezas trovadorescas y persiguiendo las <<lascivias de la época>>, presumiblemente romances extramatrimoniales. Hasta que, cuando tenía unos 30 años, sufrió una profunda crisis espiritual.

Según el mismo relató en su biografía, llamada Vita coetánea, una noche, mientras estaba escribiendo una canción de amor a una dama, tuvo una visión de Cristo en la cruz. Horrorizado, se metió en cama y trató de olvidar lo sucedido, pero una semana más tarde la visión se repitió y luego otra vez, hasta un total de cinco apariciones. Llull comprendió que era Dios el que le conminaba a abandonar las cosas mundanales y ponerse a su servicio. Así pues, decidió abandonar todos sus privilegios y su posición social, así como a su esposa e hijos, para seguir una vida cristiana basada en la práctica rigurosa de la piedad, la austeridad, la caridad y la penitencia. Sin embargo, no entró en una orden religiosa, sino que se mantuvo como laico, aunque seguramente llevaba una vestimenta especial.

Tras la conversión, Llull decidió dedicarse en cuerpo y alma a una gran tarea: la conversión de los << infieles>> o << sarracenos>>, esto es, los musulmanes. Pensaba con ello en las comunidades islámicas y judías que se mantenían en territorios de La Corona de Aragón, pero también soñaba con extender la conversión al norte de Africa y Tierra Santa. El método que imaginó consistía en mantener discusiones con los clérigos musulmanes para demostrarles la superioridad de la religión cristiana, por lo que pensó que debía escribir << una obra, la mejor del mundo, contra los errores de los infieles>>. También decidió visitar al papa de Roma y a los reyes y príncipes cristianos con el fin de recabar ayuda para crear centros donde personas selectas aprendieran los idiomas necesarios para la labor de conversión, desde el árabe hasta el griego o el tártaro. Estableció la primera de estas escuelas en Miramar (Mallorca), con el apoyo del rey y del papa.

Como preparación para sus disputas religiosas con musulmanes y judíos,Llull desarrolló una serie de procedimientos de argumentación en un libro titulado Arte de averiguar la verdad. Se trataba de un sofisticado método que utilizaba gráficos y combinaciones lógicas y que podía aplicarse, según él lo entendía, a toda suerte de problemas. El Arte de Llull ha tenido admiradores entusiastas, como Nicolás de Cusa en el siglo XV, el gran matemático alemán del siglo XVII, Leibniz, o, más recientemente, el novelista Umberto Eco. Otros, en cambio, le negaron toda validez, como Descartes.

Literato y poeta nato, Llull escribió sobre teología, cosmología, ciencia y derecho, siempre con el fin de ganar adeptos para sus proyectos de reforma y conversión cristianas. El Libro del gentil y los tres sabios y el Libro de caballería tuvieron gran repercusión en toda Europa. El Libro del amigo y del amado, considerado una de sus obras maestras, ejerció gran influencia en la historia de la mística occidental. En su literatura predomina una visión mística del cosmos. El amor lo invade todo; el optimismo predomina en el gran hiperactivo que fue Llull.Quería convencer: a los musulmanes en primer lugar, pero también a los judíos, los cristianos disidentes, los paganos y los incrédulos. Armado con sus <<razones decisivas>>, discutía y aspiraba a vencerlos a todos, ya fuera en las mezquitas y sinagogas de Mallorca y Cataluña, ya en pleno territorio del Islam, en las ciudades del norte de África a las que viajó en tres ocasiones y que dieron lugar a los episodios más dramáticos de su carrera como apologeta.

El primero lo hizo a Túnez en 1293, cuando su labor empezaba a dar frutos, algunos de sus contrincantes convencieron al sultán de que lo apresara y juzgara. Tras ser condenado a muerte, se le conmutó la pena por la de destierro.

En 1307, cuando ya tenía 75 años, visitó Bugía, en la actual Argelia, de nuevo quiso provocar una discusión religiosa con los expertos islámicos del lugar, y así lo hizo con el cadí o juez. Pero el ambiente se volvió contra él.

Por último, en 1314 visitó otra vez Túnez. Provisto de cartas de recomendación de Jaime II de Aragón, Llull pudo relacionarse con el sultán tunecino beneficiándose del contexto político del momento. No sabemos si murió allí, aunque parece más probable que falleciera ya de regreso a Palma de Mallorca, a los 84 años.




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