La peste es una enfermedad infecciosa causada por una enterobacteria a la que en un principio se denominó Pasteurella pestis y a la que en el año 1967 se le cambió el nombre por el de Yersinia pestis,en honor a su descubridor, Alexander Yersin, un bacteriólogo franco-suizo del Instituto Pasteur de Paris. En un principio, esta bacteria infecta a roedores, especialmente a las ratas. Cuando los animales infectados mueren, las pulgas portadoras de la enfermedad los abandonan trasmitiéndola a otras ratas o al hombre por picadura en la piel. Los principales síntomas de la peste son fuertes dolores de cabeza, fiebre muy alta, escalofríos, vómitos y diarreas.En caso de que el paciente no sea tratado a tiempo,muere al cabo de pocos días después de un deterioro progresivo y generalizado de su estado.
La peste bubónica, conocida desde tiempos remotos con el siniestro nombre de peste negra, fue la responsable de las grandes pandemias de nuestro pasado. Tras un periodo de incubación entre dos y ocho días, los síntomas aparecen de forma virulenta y después de algunas horas, aparecen bubones en el cuerpo de los pacientes, inflamaciones de 1 a 10 centímetros de diámetro que se localizan en las ingles, las axilas o en el cuello, y que pueden supurar. La palpación de los bubones produce un dolor muy intenso y por debajo de la piel se nota una masa firme y dura.
Una vez diagnosticada, el tratamiento fundamental consiste en la administración de antibióticos. Gracias a su uso, en la actualidad la mortalidad provocada por la peste se ha reducido a un 10%, cifra muy baja si se tienen en cuenta las terribles epidemias que en siglos pasados despoblaron Europa. La mejora de las condiciones higiénicas, la desratización de las zonas infectadas, el aislamiento de los contagiados y otras medidas profilácticas, son medidas que también han contribuido a la práctica erradicación de la peste de amplias zonas del planeta, aunque se mantiene en un estado latente que debe ser controlado.
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