AUNQUE HITLER NUNCA RENUNCIÓ A SU FE, LOS NAZIS ROMPIERON TODO VÍNCULO CON LA IGLESIA.
La religión era un problema que desconcertaba a los nazis. Casi el 60% de la población era protestante, de la Iglesia evangélica alemana, y a quienes los nazis, desde 1933, intentaron atraer bajo el auspicio de una Iglesia centralizada del Reich. Pero muchos sacerdotes se negaron a unirse a esa nueva Iglesia, y se formó un grupo de unos 5.000 disidentes que se oponía a la intervención de los nazis en asuntos religiosos y al que dieron el nombre de Iglesia Confesional. La Iglesia católica fue incluso más problemática, pues sus miembros (un 30% de la población) miraban fuera de Alemania, a Roma, para recibir liderazgo espiritual.
Al principio Hitler se alió con los católicos, forjando un acuerdo con el Vaticano, según el cual el papado reconocía el poder nazi siempre y cuando dejara a la Iglesia católica en paz dentro de Alemania. Sin embargo, los nazis fueron hostiles a los católicos, llegando a asesinar a algunas figuras espirituales, como Fritz Gerlich, en la infame noche de los cuchillos largos de 1934.
Las relaciones se suspendieron en 1937, cuando Pío XI decidío que la Iglesia no podía callar más. Escribió a sus obispos, atacando la actitud de los nazis hacia el catolicismo. Aun así, la Iglesia nunca le plantó de verdad cara al Tercer Reich.
La religión era un problema que desconcertaba a los nazis. Casi el 60% de la población era protestante, de la Iglesia evangélica alemana, y a quienes los nazis, desde 1933, intentaron atraer bajo el auspicio de una Iglesia centralizada del Reich. Pero muchos sacerdotes se negaron a unirse a esa nueva Iglesia, y se formó un grupo de unos 5.000 disidentes que se oponía a la intervención de los nazis en asuntos religiosos y al que dieron el nombre de Iglesia Confesional. La Iglesia católica fue incluso más problemática, pues sus miembros (un 30% de la población) miraban fuera de Alemania, a Roma, para recibir liderazgo espiritual.
Al principio Hitler se alió con los católicos, forjando un acuerdo con el Vaticano, según el cual el papado reconocía el poder nazi siempre y cuando dejara a la Iglesia católica en paz dentro de Alemania. Sin embargo, los nazis fueron hostiles a los católicos, llegando a asesinar a algunas figuras espirituales, como Fritz Gerlich, en la infame noche de los cuchillos largos de 1934.
FRITZ GERLICH
Las relaciones se suspendieron en 1937, cuando Pío XI decidío que la Iglesia no podía callar más. Escribió a sus obispos, atacando la actitud de los nazis hacia el catolicismo. Aun así, la Iglesia nunca le plantó de verdad cara al Tercer Reich.
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