Nunca nadie ha luchado antes como los griegos, y nadie ha ganado jamás como Alejandro Magno.
A menudo se ha dicho que se debe a los griegos "la manera occidental de hacer la guerra", en la que se libraban batallas campales en un lugar fijado hasta que uno de los dos bandos era derrotado. Esto ahora parece lo normal, pero entonces, y aún hoy en día en ciertas culturas, la lucha era poco sistemática y mucho menos sangrienta, condicionada por proyectiles, maniobras y el número de combatientes. En los ejércitos bárbaros las tropas se desplegaban de manera poco ordenada, luchando como individuos, no como una unidad. Aunque los griegos utilizaban también jinetes y soldados que lanzaban jabalinas, su fuerza residía en el uso de infantería pesada, protegida con armaduras, que peleaba en formación.
La base de su poder era el soldado hoplita, que recibía su nombre del escudo circular que portaba, el hoplon. Los hoplitas eran además muy disciplinados. Se enfrentaban al enemigo cuerpo a cuerpo, en su famosa formación de falange, donde cada hombre cubría a su compañero de la izquierda con su escudo mientras eran protegidos a su vez por el soldado que se hallaba a su derecha. La formación tendía a desplazarse hacia la derecha, pues los soldados temían ver su brazo izquierdo, el que blandía la lanza, desprotegido. Cada fila de la falange tenía una profundidad de al menos ocho hombres, lo que multiplicaba la fuerza de su ataque.
Esta táctica fue perfeccionada por los reyes macedonios Filipo II y su hijo Alejandro III, el Magno, El entrenamiento profesional, una mayor flexibilidad táctica, un equipamiento mejor (incluida la sarisa, una larga pica que substituía a las lanzas previas) y el incipiente uso de la caballería fueron los factores que les permitieron conquistar primero toda Grecia y luego detener la expansión del imperio persa. Pasaron después a conquistarlo, hacia el final del siglo IV a.C., cambiando para siempre el curso de la Historia.
A menudo se ha dicho que se debe a los griegos "la manera occidental de hacer la guerra", en la que se libraban batallas campales en un lugar fijado hasta que uno de los dos bandos era derrotado. Esto ahora parece lo normal, pero entonces, y aún hoy en día en ciertas culturas, la lucha era poco sistemática y mucho menos sangrienta, condicionada por proyectiles, maniobras y el número de combatientes. En los ejércitos bárbaros las tropas se desplegaban de manera poco ordenada, luchando como individuos, no como una unidad. Aunque los griegos utilizaban también jinetes y soldados que lanzaban jabalinas, su fuerza residía en el uso de infantería pesada, protegida con armaduras, que peleaba en formación.
La base de su poder era el soldado hoplita, que recibía su nombre del escudo circular que portaba, el hoplon. Los hoplitas eran además muy disciplinados. Se enfrentaban al enemigo cuerpo a cuerpo, en su famosa formación de falange, donde cada hombre cubría a su compañero de la izquierda con su escudo mientras eran protegidos a su vez por el soldado que se hallaba a su derecha. La formación tendía a desplazarse hacia la derecha, pues los soldados temían ver su brazo izquierdo, el que blandía la lanza, desprotegido. Cada fila de la falange tenía una profundidad de al menos ocho hombres, lo que multiplicaba la fuerza de su ataque.
Esta táctica fue perfeccionada por los reyes macedonios Filipo II y su hijo Alejandro III, el Magno, El entrenamiento profesional, una mayor flexibilidad táctica, un equipamiento mejor (incluida la sarisa, una larga pica que substituía a las lanzas previas) y el incipiente uso de la caballería fueron los factores que les permitieron conquistar primero toda Grecia y luego detener la expansión del imperio persa. Pasaron después a conquistarlo, hacia el final del siglo IV a.C., cambiando para siempre el curso de la Historia.
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